15 de abril de 2008

Continúa distribución de “pastilla del día después”



La Posta Central, el centro de salud de Renca, el Hospital Luis Tizné y el consultorio Carol Urzúa de Peñalolén son los puntos de entrega de anticonceptivos de emergencia más importantes en Santiago. Pero el Postinor 2 debería desaparecer del sistema de salud público tras el fallo del Tribunal Constitucional que prohibió su entrega gratuita.

El Tribunal Constitucional emitirá un fallo el 22 de abril donde se oficializará su decisión de suspender su suministro por considerarla abortiva.

El año pasado se repartieron más de 18.000 cajas en Chile. En la Posta Central, en dicho período, 120 mujeres recibieron “la píldora”, mientras que 95 lo hicieron en Renca y 160 en Peñalolén.

En regiones, la entrega total es de más de 11.000 dosis, y Viña del Mar, Ñuble, Valdivia y Talca concentran la repartición con más de mil prescripciones al año. También el Hospital de Los Ángeles se adjudica la mitad de la distribución del servicio de Salud del Bío-Bío, con un total de 640 cajas repartidas.

En la semana, la mayor demanda por anticonceptivos de emergencia se da antes del mediodía del sábado. Quienes van a pedirlos son, en su mayoría, mujeres de clase media que tienen entre 18 y 24 años.

Rompimiento del preservativo, relaciones sexuales no previstas y el olvido de los anticonceptivos son las principales razones esgrimidas por quienes solicitan la pastilla del día después.

4 de abril de 2008

EL CAJERO AUTOMÁTICO: Uno de los primeros representantes de la interactividad

En 1967, en el Barclays Bank de Londres, las personas tuvieron una de las primeras experiencias de interactividad. “Tras adquirir un cheque impregnado de carbono 14 en la ventanilla de su sucursal bancaria, los usuarios lo introducían con cuidado en un terminal instalado junto a la oficina. A continuación, tecleaban cuatro dígitos secretos y, en pocos segundos, la máquina les entregaba una recompensa: diez libras esterlinas”1. Ese terminal fue el primer cajero automático. Y si bien era muy rústico, sentó los precedentes de lo que hoy entendemos por interacción.
El avance de los sistemas computacionales y la convergencia de las redes de comunicación favorecieron el desarrollo explosivo de la narración no lineal a través de internet. Hoy, las posibilidades que proporciona la web al usuario para que éste defina el camino de su navegación son infinitamente superiores a las que ofrecen los cajeros automáticos hoy. Pero éstos continúan funcionando bajo la misma premisa.
Su forma de operar es simple: una vez que se inserta en ellos la tarjeta proporcionada por el banco y el número secreto que la activa, un sinnúmero de opciones se despliega ante el usuario en forma de menú. Quien desea obtener un servicio del cajero automático no puede sino interactuar con él. Y como estos no están predefinidos para un tipo de producto en especial, la selección se hace vital a la hora de obtener el resultado esperado. Tras digitar la clave, se debe elegir entre distintas rutas, según el producto bancario que la tarjeta represente: cuenta corriente, línea de crédito, cuenta de ahorro, cuenta extranjera, cuenta vista, cambio de número secreto y otras operaciones. Los clientes con cuenta vista, por ejemplo, al entrar tienen para elegir entre giro rápido por $7.000, por $12.000, por $17.000, o consulta de saldo, depósitos, pagos y prepagos y transferencias. Ese último menú permite hacer depósitos en otros tipos de cuentas, propias o de otros titulares. O en la alternativa pago y prepago, se puede elegir entre pagar cuentas en línea o cargar con minutos el celular según sea la compañía, mientras que en “depósitos” se debe especificar si se hará con documentos o con efectivo.
Por lo antes descrito, el cajero automático es, a mi juicio, uno de los más claros ejemplos de interactividad. Es una forma de extender la sucursal del banco, para llegar cerca de los clientes. Pero por ser un objeto, el “trabajo” se lo llevan quienes lo usan. Obtienen lo que quieren tras decidir qué link pinchar en un menú de múltiples alternativas que van desde consultar el saldo de la cuenta corriente hasta recibir dinero desde bancos internacionales. El propósito determina qué vía y que características tendrá la experiencia del usuario.

10 de septiembre de 2007

Fashionmergencizada

Mi suerte era de perros. Mandaba cartas, juntaba tapitas de yogurt, recortaba etiquetas y en los bingos me sentaba en primera fila para escuchar bien. Aún así, jamás había ganado nada. Hasta ahora, que fui seleccionada en el segundo concurso anual Cambia tu pelo, cambia tu look organizado por la revista online Zancada. El premio, además de cambiarme el peinado, terminó por enchularme la vida.
La noticia la recibí el sábado veinticinco de agosto. Me sentía pésimo y mis únicos planes eran la corrección de los treinta trabajos de mi ayudantía. El pijama que traía puesto y mi cara hinchada por la recién sacada muela del juicio me convertían en la antítesis del glamour. Justo en ese estado tan deplorable, me llegó el correo más emocionante de mi vida: me había ganado un cambio de look.

En junio pasado, inmersa en el estrés de finalización de semestre y mientras evadía mis obligaciones a través de una errática navegación por internet, me topé con el concurso en uno de mis sitios favoritos: http://www.zancada.com/. La revista-blog que funciona bajo el lema “cosas de minas” ofrecía un cambio de apariencia, arreglando peinado y maquillaje a quienes enviaran un mail con su foto, sus datos personales y las características de su pelo. “Qué fácil”, pensé. Y rápidamente me dispuse a redactarlo. Total, no había nada que perder y además, cualquier cosa que me distrajera del estudio era bienvenida.

El veredicto se demoró en salir; por eso creía que otra había sido la feliz ganadora. Pero me equivocaba y apenas lo conocí, me puse a gritar como loca y a llamar a mis amigas por teléfono. Sabía que era el sueño de todas. ¡Obvio! A la mayoría de las mujeres les gustaría mejorar su aspecto, y con asesoría, por supuesto. Es cosa de ver el artículo ¿Qué corte de pelo me hago? en Zancada, que sumó 469 comentarios de desesperadas lectoras que le pedían consejos a Pancho Sasso, el peluquero oficial del sitio.

La alta convocatoria de la nota fue también el punto de partida del concurso. Paty Leiva, la directora de la revista, era clienta de Pancho. Por ella supo él del webzine y entre flequillos y mechas, se ofreció para cooperar. En una de esas típicas conversaciones estilista-clienta se les ocurrió que ésta era la mejor manera de hacerlo. “La motivación era darle un regalo a nuestras lectoras. El sueño de muchas es un cambio de look hecho por expertos”, me explicó la creadora del proyecto.

Paty también contó que tardaron en dirimir, porque les llegaron 40 mails y Pancho pidió analizarlos caso a caso. El criterio de selección fue el potencial de cada postulante “porque tampoco podíamos hacer milagros”, comentó divertida. De ellas eligieron tres, y el mismo día del acontecimiento, comunicarían su decisión a la afortunada. Como las otras también recibirían un corte de pelo express, ya me sentía triunfadora.

Siempre había querido hacer algo diferente con mi pelo, pero con mi reducido presupuesto de estudiante, jamás en la vida podría costearme un corte profesional, en una peluquería ondera de Vitacura como Blaitt & Sasso. Y donde Carmencita, peluquera de toda la vida que me sacaba las puntas partidas en mi pueblo natal, nunca me habría atrevido a hacer algo radical por miedo a tener que raparme después.

Ganara lo que ganara, el premio me venía como anillo al dedo. Así que el lunes tres de septiembre partí ilusionada y con refuerzos al salón de belleza en Padre Hurtado Norte 2207, que estaría cerrada sólo para mí desde la una y media. Por supuesto, no podía someterme a una experiencia tan trascendental sin el apoyo de una amiga. Con Magda llegamos avergonzadas por los diez minutos de retraso, pero para mi sorpresa, fuimos las primeras. Y esa sería mi gran ventaja, porque en vista de que las otras contrincantes no aparecían, gané por default.

Paty insistió en que Pancho había quedado encantado con las posibilidades que ofrecía mi pelo, antes de saber que ninguna de las otras dos niñas llegarían. Pero aunque haya sido un premio a la puntualidad, yo estaba demasiado feliz. Tendría tratamiento VIP, y ¡gratis! ¿Qué más podía pedir?

El profesional me sentó frente al espejo, y me miró un buen rato. Recogió mi pelo en la nuca y dijo aquella lapidaria frase: “Te haré una melenita”. Casi me dio un paro cardiorrespiratorio de sólo pensar en que volvería a lucir el hongo que mi mamá me imponía en los primeros años de colegio. Al ver mis ojos desorbitados, me tranquilizó prometiendo que sería “más moderna”. Igual yo había afirmado que estaba dispuesta a todo, así que no podía echar pie atrás.

Después de trazar el plan de acción, vinieron las correspondientes fotos del antes, para después hacer la comparación. Luego, por primera vez me lavaron el pelo en una silla que no me dejó con dolor de cuello para el resto de la semana. Y de ahí Pancho, justificando su título de embajador L’Oréal Professionnel en Chile, comenzó a cortarme cual Edward Scissorhands. Me enrolló la larga cabellera, que no había sido despuntada desde octubre del año pasado, y empezó a lanzarme tijeretazos que yo sentía peligrosamente cerca de mi oreja.

No podía ver cómo avanzaba, porque me sentaron al medio del salón para que Felipe Hernández, el amigo fotógrafo que siempre colabora con el blog, me siguiera disparando con el flash. Mi único sensor era la expresión risueño-nerviosa de Magdalena, que me indicaba que las cosas no andaban del todo bien. “Igual tenía expectativas altas, por eso estaba asustada”, me confesaría después. Pero en ese punto ya no había vuelta atrás. En menos de diez minutos, el Pancho me tenía lista.

Parecía un perrito mojado, así que tampoco pude hacer un diagnóstico definitivo. Con la incertidumbre a cuestas, me entregué en manos de Dany, la colorista estrella de Blaitt & Sasso. Cuando la vi acercarse con un pote lleno de una tintura rojo furioso tipo salsa tamarindo, ya estaba entregada a mi suerte. Trabajó en la nuca y en unas mechas adelante y justo cuando me estaba urgiendo, me explicó que serían sólo por debajo, para que el nunca bien ponderado efecto raíz no arruinara los esfuerzos de aquella tarde.

Después, terminé de relajarme bajo un secador que parecía casco intergaláctico y Dany volvió a lavarme el pelo para sacar la tintura. Estaba a punto de dormirme con los exquisitos masajes en mi cuero cabelludo, pero era tiempo del secado y de enfrentarme a la nueva yo. Una vez que estuve lista, vi que los resultados eran del todo gratificantes. Y que el rojo, por fortuna, no era tan intenso tampoco.

“Un cambio del cielo a la tierra”, dijo Felipe mientras me hacía posar como si yo fuera Kate Moss o alguien parecido. Paty quedó encantada, porque su principal interés era que el cambio se notara. Pancho dijo que “quería mostrar el típico corte que a las minas les da susto porque se pueden ver con la cara más gordita. Y no, depende de cómo lo cortís no más”. Y en efecto, ese era el principal temor de mi madre, al otro lado del teléfono. “¿No te habrán dejado muy cachetoncita?”, preguntó varias veces mientras le relataba los pormenores. No podía creer que no.

Pancho, mientras yo me teñía, había hecho los dos cortes rápidos a las otras seleccionadas, que aparecieron casi treinta minutos después que yo. Con todo ese trabajo, ya eran las cuatro de la tarde. Mis tripas rugían, así que me sorprendí gratamente cuando vi instalado un sushi bar, gentileza del aliado estratégico de Zancada, Rock & Rolls. Bandejas y bandejas de exquisiteces estaban listas para que todos almorzáramos. En ese break, donde secretamente pedía que los palitos no me jugaran una mala pasada, llegó Coté Santamaría, encargada del maquillaje y también colaboradora habitual.

Se demoró una hora y media en aplicarme bases, rubores y sombras. Dijo que le cargaba la moda uniforme y que el principio que la guiaba era “sacarle partido al estilo de la persona, a sus facciones propias”. En mi caso, trató de destacar los ojos. “Hacer algo con más caché, como más de noche, más intenso con la mirada”, me explicó. Y también, de disimular mi cara redonda. Algo que mi madre de seguro agradecería.

La transformación estaba completa y fue considerable. ¡Hasta me dio la posibilidad de cumplir mi sueño dorado, ése que mi secreta alma de show woman albergó por tanto tiempo!: usar pestañas postizas. Me sentía casi una celebridad, modelando para las fotografías del después, con todos los ojos puestos en mí.

El equipo completo quedó satisfecho. “Sirve para mostrar lo que vemos todos los días en la peluquería, que se puede cambiar sin tanta cosa”, dijo Pancho. Paty señaló que lo que más la animaba era saber que la recompensa se la había llevado una lectora fiel. “Así el premio es para gente de la casa”, afirmó.

Porque Zancada es eso, una gran familia. Existen en la revista cinco editoras estables y veinte colaboradoras, que son coordinadas por Paty. La inquietud surgió de ella, pues como diseñadora gráfica siempre quiso hacer una revista. De a poco fue reclutando gente entre sus amigas y hoy, tras dos años de funcionamiento a pulso, cuenta con más de quince mil visitas diarias.

En el team nadie trabaja por plata. La única entrada que reciben, unos trescientos dólares aproximadamente, es por concepto de Ad Sense, un servicio de Google por el cual se insertan anuncios en el sitio en forma automática, en base a los textos publicados. Esta plata la destinan a la producción de eventos y números especial. Este fashion emergency fue realizado en su totalidad con el aporte de quienes participaron. “Yo feliz lo hago”, dijo Coté. “Porque igual es como la joyita de ellas, y de todos modos, me pagan de otra manera”.

Si bien no hay remuneración, Zancada cuenta con una red importante de contactos, y sirve como plataforma de difusión para el trabajo de quienes le ayudan. Coté, por ejemplo, tras preparar al staff para una sesión de fotos, fue entrevistada como maquilladora emergente por revista Paula. Y Pancho también ha recibido nuevos clientes que llegan dateados por el web site.

Con los concursos, que van desde el cambio de look hasta entradas a recitales o al cine, pretenden fidelizar a la audiencia. La nueva versión de Cambia tu pelo, cambia tu look se hará el próximo año, y los resultados de ésta se verán en la edición especial aniversario, que será en formato PDF descargable.

Por mi parte, me declaro absolutamente fan de Zancada. En primer lugar, porque en los temas que tratan son diversos y aún así, siempre interesantes. Pero sobre todo, por la alegría que me dieron y lo guapa que me dejaron con este regalo. Mis amigas, desde que gané, ya no se la pierden. “Lo único que quiero es que sea luego el otro concurso pa’ participar yo también”, dijo Magda cuando me vio regenerada. Y mi pololo, un colombiano conservador que amaba mi pelo largo, dice estar fascinado con el cambio. “Ahora voy a tener que espantarte a los hombres en la calle”, me comentó bromeando.

Y aunque los hombres no hagan filas detrás de mí, me siento regia. Un poco más segura, un poco más entusiasmada. “La vida te da sorpresas”, dice la canción popular, y yo, casi sin proponérmelo, terminé física y espiritualmente enchulada.
*Este es un reportaje para el ramo Taller 3, prensa escrita. Pontificia Universidad Católica de Chile.